Les mauvaises terres à traverser
[2020]
Proyecto realizado para la exposición "Entre las formas que van hacia la sierpe y las formas que buscan el cristal", comisariada por Joaquín Jesús Sánchez y Roxana Gazdzinski en el CAAC (Sevilla).
Fotografías analógicas 35mm b/n digitalizadas e impresas sobre papel Hahnemühle photorag 380 gr., baldas de madera de haya, cuencos de cristal grabados con láser, agua del río Guadalquivir. Fotografías: 60×90 cm c/u (copias a 18×24 cm y 13,5×18 cm), baldas: 18×24 cm c/u, cuencos: 8×17 cm c/u
EN_
"Florencia Rojas presents a project related to the solitary and secluded way of life of the Carthusian Order, where she explores their relationship with the landscape: the spiritual and metaphorical landscape of the desert and the landscape they inhabited on the banks of the Guadalquivir River. The river served as a wall to isolate them from the city but became an enemy due to the constant floods they suffered over the centuries. This monastic order resided -from 1401 to 1836- in the Cartuja de Santa María de las Cuevas, a building that today houses the Andalusian Center of Contemporary Art (CAAC).
The connection between Christianity and the desert goes back to a tradition of figures such as Jesus of Nazareth or the Desert Fathers. In the year 1084, Saint Bruno, founder of the Carthusian Order, took over this legacy, and decided to retire with his companions to a forest in the area of Saint-Pierre-de-Chartreuse in the French Alps - since then known as "the Chartreuse desert"[1] - far from society, to lead an eremitical life. In this context, the desert establishes an analogy of the Carthusian way of life in which austerity, stillness, silence and solitude in the cell prevail, especially difficult to go through during the first years of isolation in the monastery.
Rojas interprets this monastic tradition with a photographic selection of plant species that survive the harsh summer conditions in the Tabernas Desert in Almeria. The type of landscape of this area is called Badlands, also known historically as les mauvaises terres à traverser (or bad lands to cross).
These pieces are interspersed on the wall with vessels filled with water from the Guadalquivir River, synthesizing the topographical elements that were part of the Carthusian life in Seville. The containers are placed at different heights on the wall, alluding to the marks left by the water on the tiles of the building as traces of the flow that reached each flood. The bowls, in combination with the photographs, form an ensemble related to the encounter of both landscapes: a spiritual desert on the banks of a river that gave no respite".
[1] In this place St. Bruno founded the first Carthusian monastery, mother house of the order, named "Chartreuse" after the "Chartreuse" area. This monastery is still in operation, housing the Carthusian life as it would be in Seville in the centuries of the monastery.
ES_
«Florencia Rojas presenta un proyecto relacionado con la forma de vida solitaria y recluida de la Orden de los Cartujos, donde indaga en su vinculación con el paisaje: el paisaje espiritual y metafórico del desierto y el paisaje que habitaron a orillas del río Guadalquivir. Este último les sirvió de muralla para aislarse de la ciudad pero se tornó enemigo por las constantes inundaciones que sufrieron a lo largo de los siglos. Esta orden monástica residió -desde 1401 hasta 1836- en la Cartuja de Santa María de las Cuevas, edificio que hoy es sede del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.
La conexión entre el cristianismo y el desierto se remonta a una tradición de figuras como Jesús de Nazaret o los Padres del Desierto. En el año 1084, San Bruno, fundador de la Orden cartuja, toma el relevo de este legado, y decide retirarse junto a sus compañeros a un bosque en la zona de Saint-Pierre-de-Chartreuse en los Alpes franceses -desde entonces conocido como “el desierto de Chartreuse”[1]– lejos de la sociedad, para llevar una vida eremítica. En este contexto, el desierto establece una analogía de la forma de vida cartujana en la que prima la austeridad, la quietud, el silencio y la soledad en la celda, especialmente difícil de atravesar durante los primeros años de aislamiento en el monasterio.
Rojas interpreta esta tradición monástica con una selección fotográfica de especies vegetales que sobreviven a las duras condiciones que se dan en verano en el Desierto de Tabernas en Almería. El tipo de paisaje de esta zona recibe el nombre de Badlands, también conocido históricamente como les mauvaises terres à traverser (tierras baldías o las tierras malas que atravesar).
Estas piezas se intercalan en la pared con los recipientes llenos de agua proveniente del río Guadalquivir, sintetizando los elementos topográficos que formaron parte de la vida de los cartujos en Sevilla. Los recipientes están colocados a distintas alturas en la pared, aludiendo a las marcas que dejaba el agua en los azulejos del edificio como huellas del caudal que alcanzaba cada inundación. Los cuencos, en combinación con las fotografías, forman un conjunto relativo al encuentro de ambos paisajes: un desierto espiritual a orillas de un río que no dio tregua».
[1] En este lugar San Bruno fundó el primer monasterio cartujo, casa madre de la orden, que recibe el nombre de “Cartuja” por la zona “Chartreuse”. Dicho monasterio sigue operativo, albergando la vida cartuja tal como sería en Sevilla en los siglos del monasterio.
Fotografías analógicas 35mm b/n digitalizadas e impresas sobre papel Hahnemühle photorag 380 gr., baldas de madera de haya, cuencos de cristal grabados con láser, agua del río Guadalquivir. Fotografías: 60×90 cm c/u (copias a 18×24 cm y 13,5×18 cm), baldas: 18×24 cm c/u, cuencos: 8×17 cm c/u
EN_
"Florencia Rojas presents a project related to the solitary and secluded way of life of the Carthusian Order, where she explores their relationship with the landscape: the spiritual and metaphorical landscape of the desert and the landscape they inhabited on the banks of the Guadalquivir River. The river served as a wall to isolate them from the city but became an enemy due to the constant floods they suffered over the centuries. This monastic order resided -from 1401 to 1836- in the Cartuja de Santa María de las Cuevas, a building that today houses the Andalusian Center of Contemporary Art (CAAC).
The connection between Christianity and the desert goes back to a tradition of figures such as Jesus of Nazareth or the Desert Fathers. In the year 1084, Saint Bruno, founder of the Carthusian Order, took over this legacy, and decided to retire with his companions to a forest in the area of Saint-Pierre-de-Chartreuse in the French Alps - since then known as "the Chartreuse desert"[1] - far from society, to lead an eremitical life. In this context, the desert establishes an analogy of the Carthusian way of life in which austerity, stillness, silence and solitude in the cell prevail, especially difficult to go through during the first years of isolation in the monastery.
Rojas interprets this monastic tradition with a photographic selection of plant species that survive the harsh summer conditions in the Tabernas Desert in Almeria. The type of landscape of this area is called Badlands, also known historically as les mauvaises terres à traverser (or bad lands to cross).
These pieces are interspersed on the wall with vessels filled with water from the Guadalquivir River, synthesizing the topographical elements that were part of the Carthusian life in Seville. The containers are placed at different heights on the wall, alluding to the marks left by the water on the tiles of the building as traces of the flow that reached each flood. The bowls, in combination with the photographs, form an ensemble related to the encounter of both landscapes: a spiritual desert on the banks of a river that gave no respite".
[1] In this place St. Bruno founded the first Carthusian monastery, mother house of the order, named "Chartreuse" after the "Chartreuse" area. This monastery is still in operation, housing the Carthusian life as it would be in Seville in the centuries of the monastery.
ES_
«Florencia Rojas presenta un proyecto relacionado con la forma de vida solitaria y recluida de la Orden de los Cartujos, donde indaga en su vinculación con el paisaje: el paisaje espiritual y metafórico del desierto y el paisaje que habitaron a orillas del río Guadalquivir. Este último les sirvió de muralla para aislarse de la ciudad pero se tornó enemigo por las constantes inundaciones que sufrieron a lo largo de los siglos. Esta orden monástica residió -desde 1401 hasta 1836- en la Cartuja de Santa María de las Cuevas, edificio que hoy es sede del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.
La conexión entre el cristianismo y el desierto se remonta a una tradición de figuras como Jesús de Nazaret o los Padres del Desierto. En el año 1084, San Bruno, fundador de la Orden cartuja, toma el relevo de este legado, y decide retirarse junto a sus compañeros a un bosque en la zona de Saint-Pierre-de-Chartreuse en los Alpes franceses -desde entonces conocido como “el desierto de Chartreuse”[1]– lejos de la sociedad, para llevar una vida eremítica. En este contexto, el desierto establece una analogía de la forma de vida cartujana en la que prima la austeridad, la quietud, el silencio y la soledad en la celda, especialmente difícil de atravesar durante los primeros años de aislamiento en el monasterio.
Rojas interpreta esta tradición monástica con una selección fotográfica de especies vegetales que sobreviven a las duras condiciones que se dan en verano en el Desierto de Tabernas en Almería. El tipo de paisaje de esta zona recibe el nombre de Badlands, también conocido históricamente como les mauvaises terres à traverser (tierras baldías o las tierras malas que atravesar).
Estas piezas se intercalan en la pared con los recipientes llenos de agua proveniente del río Guadalquivir, sintetizando los elementos topográficos que formaron parte de la vida de los cartujos en Sevilla. Los recipientes están colocados a distintas alturas en la pared, aludiendo a las marcas que dejaba el agua en los azulejos del edificio como huellas del caudal que alcanzaba cada inundación. Los cuencos, en combinación con las fotografías, forman un conjunto relativo al encuentro de ambos paisajes: un desierto espiritual a orillas de un río que no dio tregua».
[1] En este lugar San Bruno fundó el primer monasterio cartujo, casa madre de la orden, que recibe el nombre de “Cartuja” por la zona “Chartreuse”. Dicho monasterio sigue operativo, albergando la vida cartuja tal como sería en Sevilla en los siglos del monasterio.